Los banqueros arruinaron la España Imperial de
Felipe II, monarca taciturno, enclaustrado entre rezos en el mastodóntico Escorial, absurda construcción en tiempos de hambruna. Y lo hacía cuando ya no le quedaba más camino que encomendarse a Dios, después de haber
dejado las arcas vacías y una España empobrecida. En “Terra Nostra”, Carlos
Fuentes entra en el alma de este personaje peculiar y bucea en sus ambiciones.
El rastro de miseria y pobreza podemos verlo en la rica novela picaresca
española. ¡Qué bien describió Cervantes su túmulo vacío ¡
Pero no era él solo el responsable. Su padre, el
Emperador Carlos I subió al trono tras un juego de intereses trabado por el
banquero Jacobo Fugger. El Emperador Maximiliano murió en enero de 1519 y le dejó a
su nieto y heredero Carlos las
tierras de los Habsburgo, la zona de Borgoña, una disputada opción de sucesión
a la corona de emperador y una montaña de deudas con Fugger. Para asegurar
políticamente a largo plazo sus inversiones, Fugger ayudó al pretendiente a la
corona en su elección como emperador. De esta forma, el nuevo emperador, en
cuyo reino “nunca se ponía el sol”, quedaba profundamente en deuda con los
Fugger. Las primeras exigencias no se
hicieron esperar mucho. En la Worms, el Emperador saldó una considerable parte de su deuda
mediante la asignación de las minas españolas de cobre, sal y oro. Dos años más
tarde, en Nuremberg, en 1523 discutía las limitaciones de los
comerciantes, Jakob Fugger le recordó a su emperador su ayuda en la elección diciéndole:
“ Es bien
sabido, y puedo hacerlo patente, que V. M. I. no hubiera obtenido sin mi ayuda
la Corona del Imperio, lo que puedo probar por medio de los manuscritos de los
comisarios de V. M. I., y que no he hecho esto en ventaja mía lo demuestra que
de favorecer a Francia en perjuicio de la Casa de Austria, hubiera adquirido
grandes bienes y riquezas que se me habían ofrecido. Los perjuicios que habrían
resultado de ello para la Casa de Austria quedan bien patentes para la alta
inteligencia de V. M. I.
A su muerte la compañía
y su patrimonio pasaron a sus sobrinos Anton Fugger consiguió doblar el capital en
1546, pero bajo su dirección ya empezó el declive de los Fugger. A su muerte en
1560 su patrimonio era de más de cinco millones de florines, y consistía casi
exclusivamente en deudas a pagar por Felipe II que en 1557 declaró la bancarrota de España, con lo que
consiguió deshacerse de parte de la deuda que tenía con los Fugger.
Es solo un recuerdo
histórico en este domingo veraniego, vísperas de una semana por la que veremos
desfilar en el congreso a banqueros afamados de esta España nuestra a la
deriva. Es la hora de los banqueros. Esta semana entrarán al
Parlamento. Sus nombres son conocidos: José Manuel Campa, ex secretario de
Estado de Economia, Miguel Angel Fernandez Ordoñez, ex gobernador del Banco de
España y también ex Secretario de Estado
de Economia, Rodrigo Rato, hombre fuerte de Aznar, presidente del Fondo
Monetario Internacioanl y presidente de Bankia, Julio Fernández, vicepresidente
de Caixa Galicia, Elena Salgado, ex Ministra de Economia y Hacienda y Narcis
Serra, ex presidente de Caixa Catalunya. Hombres y mujeres que han tejido la
tela en los gobiernos de Azar y Zapatero. El presidente Rajoy lo tiene complicado. Si sienta en el banquillo a Rato, también tendrá que sentar a Zapatero. Aznar tiembla. Rajoy ha de
pagar las deudas de sus antecesores. Con la Banca no se juega. A este país le
toca pagar. Les han jodido, y bien las vacaciones. No se irán de rositas. Han
presionado a los ciudadanos, los han embaucado con promesas de paraísos fiscales,
han dado de lado a la ética más elemental, han arruinado a pequeñas empresas,
han desahuciado a quienes nada tenían y han tejido una red de cómplices y testaferros
que en estos días tiemblan con tan solo pensar que sus nombres puedan aparecer.
Y mientras tanto, desde el corazón del imperio europeo, en el Bundesbank, piden, exigen y mandan una carta parecida a la que Fugger envió al Emperador. Es la hora de los banqueros metidos a políticos y de los políticos metidos a banqueros. Mientras tanto a este país no le queda más que el pataleo, la emigración o esa indignación que se cuela ya por las costuras de una España cabreada, engañada y harta de su clase política.
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