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domingo, 19 de enero de 2014

"Fernando Sebastián, cardenal", por JUAN RUBIO ( La Vanguardia )

Os pongo aqui mi articulo de hoy en LA VANGUARDIA (19.Enero.2014).
En la edición digital esta cerrado solo para suscriptores. Por eso os lo acerco en mi blog.

"Fernando Sebastián, cardenal", por  JUAN RUBIO 


El poeta Marcial prefería "perder a un amigo a desaprovechar la ocasión de decir la verdad aguda". El autor de los Epigramas nació en Bílbilis, la actual Calatayud, la ciudad aragonesa en la que también nació Fernando Sebastián Aguilar, el único español del listado de cardenales que el papa Francisco creará en su primer consistorio. Esas "verdades agudas" conforman un glosario que le ha costado ardientes titulares y no pocos disgustos.

Sin embargo, como dijera otro paisano suyo, Baltasar Gracián, refiriéndose a los nacidos en las riberas del Jalón: "son gente buena, sin mentira ni doblez. Fuertes, discretos, reflexivos y sufridos". Y con la noticia salen a colación los crujidos de un viejo texto suyo: "Hoy en España hay partidos políticos que quieren ser fieles a la doctrina social de la Iglesia en su totalidad, como Comunión Tradicionalista Católica, Alternativa Española, Tercio Católico de Acción Política, Falange Española de las JONS. Son poco tenidos en consideración, pero tienen un valor testimonial que puede justificar un voto".

Salieron por doquier los nuevos reguladores de opinión, esos devotos soplones de Fouché, el ministro de Policía de Napoleón, a quienes, para justificar un fusilamiento, les pedía que sacaran una frase de contexto a alguien y, al instante, tendría un pelotón enfrente. No hubo fusilamiento, pero sí mofa y escarnio. Olvidaban o desconocían, que es peor, los servicios de su arzobispo a favor de las libertades en España. Ante aquellas críticas furibundas, él solía decir: "No es que nos persigan; es que no nos quieren".

El cardenal Sebastián nació en tierras aragonesas en 1929, el 14 de diciembre, a los pocos días del Jueves Negro de Wall Street. Años después de acabar aquella "locura nacional" que fue la guerra, en palabras de Maritain, en 1945 ingresó en la Congregación de Misioneros del Corazón de María para seguir su formación: Vic, Solsona y Valls, en donde fue ordenado sacerdote en 1953 por el primado de Tarragona, Arriba y Castro. Después, Europa: Roma, Bélgica, Lovaina... hasta que en 1967 recaló en Salamanca para liderar después -a partir de 1971 en que fue nombrado rector- el cambio que Roma pedía tras una visita apostólica a este centro emblemático, la Pontificia Universidad de Salamanca. Para ayudarle en la tarea renovadora, como vicerrector, otro joven profesor, recién llegado de Múnich, Antonio María Rouco Varela, su hombre de confianza en aquellos años complicados pero vibrantes. ¡Cómo cambiaron después las cosas y las fidelidades se trastocaron!

A finales de los años setenta del siglo pasado hacían falta cabezas amuebladas en el episcopado español. La Iglesia católica le pediría algo más: obispo de León (1979-1991), arzobispo coadjutor de Granada y administrador apostólico de Málaga (1991-1993), y arzobispo de Pamplona-Tudela (1993-2007). Además, secretario general del episcopado (1982-1988) y vicepresidente del colectivo en dos periodos (1993-1999 y 2002-2005).

Entonces se forjaron documentos de gran impacto. Allí estaba su mano y su clarividencia. Los obispos se fiaban de él y lo eligieron hasta seis veces para participar en las asambleas del sínodo de los obispos. Junto a otros muchos, hoy ya retirados y olvidados, ayudó a que la Iglesia saliera del enfrentamiento latente que aún quedaba, contribuyendo a crear una sociedad reconciliada y libre. Colaboró con el cardenal Tarancón y fue testigo de los esfuerzos y sufrimiento para abrir camino a una transición tranquila y reconciliadora. Creyó en que sería posible, si la Iglesia renunciaba a sus privilegios y prepotencia en el orden social, no sólo del franquismo, sino también del viejo orden tradicional, y si los no católicos se situaban en un talante tolerante, teniendo en cuenta la nueva sensibilidad social y cultural del catolicismo. Pero ha ido viendo que no ha sido así: "Hemos caído en los defectos de una Iglesia dominante que se permite el lujo de cultivar rencillas entre sus miembros".

Su nombre empezó a sonar para cardenal, pero el capelo se retrasaba y recién jubilado, según se supo después, Benedicto XVI optó por el entonces titular de Valencia, Agustín García Gasco. No le llegó la purpura, pero sí una encomienda delicada y dolorosa, que le hizo pasar malos tragos y hasta renunciar a continuar con ella. Roma lo nombró superior general - una especie de comisario- para "poner orden" en una díscola congregación, Lumen Dei, con asuntos turbios que sanear y por los que el arzobispo emérito tuvo que pelear y hasta hacer como el sastre de Campillo que ponía "la tela y el hilo".

Aunque aquello le hacía viajar, él ya se había instalado en Málaga, en donde recaló tras su jubilación. Como Eloy, el anciano protagonista de la novela La hoja roja, de Miguel Delibes, sentía cómo las manecillas del reloj avanzan raudas: "A mí me ha salido ya la hoja roja en el librillo de papel de fumar", decía el anciano a su hija en la novela.

Pero a Fernando Sebastián no le llegó ni el vacío ni el abatimiento, sino la avidez por llenar la agenda. Antes se dio un tiempo para poner las ideas claras. Le propusieron reeditar su libro Nueva evangelización, todo un best seller en 1990. Se puso mano a la obra y se dio cuenta de que en menos de veinte años el mundo espiritual se había modificado profundamente. Y lo rehízo con otro nombre, Evangelizar (ed. Encuentro, 2010). Ideas claras, nitidez en los planteamientos y asombrosas propuestas pastorales. En sus páginas estaba el profesor, el pastor, el filósofo, el observador, el analista, que ahora lanzaba audaces propuestas.

Un día el cardenal Bergoglio se interesó por el libro, lo encargó desde Buenos Aires, y lo leyó. Quedó entusiasmado. Ya se conocían. Cuanto en él se decía no era ajeno a lo que pensaba el cardenal porteño. Al poco tiempo de ser elegido papa, Francisco lo llamó varias veces para conversar sobre cosas que pasan en la Iglesia española; y sobre su futuro con nombres y apellidos, claro está. Fernando habló y se explicó con esas "verdades agudas", como buen maño... No es extraño que su nombre esté entre los cardenales que recibirán las insignias el próximo 23 de febrero.

Además, el Papa "mata dos pájaros de un tiro". Que sólo haya un español en el listado y que este sea emérito no significa desdén, olvido o desconocimiento para con España. No está obligado a aceptar hechos consumados, poniendo birretas a sedes tradicionalmente cardenalicias. Primero los nombres, y ya llegarán los capelos. Habrá más consistorios; y no muy tarde. Las decisiones en España serán relevantes... y sonadas. Nombrar cardenal a alguno de los actuales arzobispos, hubiera hecho aumentar cábalas y rumores sobre los próximos pastores de Madrid o Barcelona. Calculada operación para que los cambios se hagan acompasados y sin estridencias.

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