“Niños en el tiempo”, de Ricardo Menéndez Salmón.
Seix Barral. 2014
Me considero un seguidor de lo
que escribe una de las figuras literarias de más envergadura en España, Ricardo
Menéndez Salmón. Su última y atrevida obra, se lee en dos horas. No solo por la
brevedad, sino por lo apasionante del tema, su ritmo trepidante y la prosa tan bien
hilvanada. Una delicia breve pero intensa.
Niños en el tiempo tiene una estructura "muy audaz", dividida en tres relatos. El
central es la niñez de Jesús contada desde una perspectiva novedosa, en primera
persona, como si el narrador hubiese sido testigo de unos acontecimientos, en
este caso dados a la ficción.
"Estamos invadidos de literatura terapéutica,
casi de literatura de autoayuda y eso yo no lo quería para mi novela. La
terapia es un juego de impostura y yo no quiero escribir desde la
impostura",. Reconoce que la literatura de duelo siempre le ha atraído.
Escritores como Philip Roth, Peter Handke o Amos Oz la han tratado de manera
muy solvente y en esos escritores se ha fijado para desarrollar la suya,
"Llevamos muchos demonios a nuestra espalda", apunta y la novela le
ha servido para sacar esos demonios y aunque a él no se le ha muerto ningún
hijo, sí le gusta reflexionar sobre las relaciones paterno filiales, de hecho
en muchas de sus novelas se encuentran esas relaciones.
Pero me ha traído a la memoria otra de Ian McEwan,
con el mismo titulo y rozando el interesante tema:
"Niños en el tiempo", de Ian McEwan. Anagrama. 1999
Stephen Lewis, un joven y renombrado autor de
libros infantiles, vive en Londres con su mujer Julie y su hija Kate, de tres
años, y participa con un escepticismo a la vez resignado y divertido en las
reuniones de una comisión gubernamental sobre la educación de los niños. Los
Lewis parecen componer la típica familia feliz, pero un día Stephen va al
supermercado con la niña, la cual desaparece de improviso: éste es el dramático
punto de partida de esta extraordinaria novela. Stephen, un nombre de
resonancias joycianas, se convierte en el protagonista de una pequeña Odisea
contemporánea, basada ésta en una ausencia y una tentativa de retorno. El vacío
doloroso que deja la desaparición de Kate no abre solamente la crisis entre
Stephen y Julie, que reaccionan de modo distinto a este trauma, sino que pone
también en marcha una reflexión que, partiendo del significado de ser padres y
de ser hijos, obliga al adulto a repensar sus certezas nunca verificadas, sus
hábitos mentales, sus comportamientos. En estas páginas, ambientadas en un
futuro próximo, con la guerra nuclear al fondo, se lleva también a cabo una
acerada sátira política de la sociedad inglesa, encorsetada por un thatcherismo
asfixiante. La mirada de McEwan, experta en atrapar cualquier mínimo detalle
significativo y el peso que tienen los objetos de la vida cotidiana, inspira
una escritura nerviosa y exacta, que cumple las ambiciones de la novela y
alcanza, como en las páginas finales, la intensidad de la poesía, logrando una
de las más indiscutibles obras maestras de la narrativa británica de las
últimas décadas.
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