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viernes, 17 de enero de 2014

Menéndez Salmón y McEwan: "Niños en el tiempo". Mismo título y tema; pero no plagio


“Niños en el tiempo”, de Ricardo Menéndez Salmón. Seix Barral. 2014

Me considero un seguidor de lo que escribe una de las figuras literarias de más envergadura en España, Ricardo Menéndez Salmón. Su última y atrevida obra, se lee en dos horas. No solo por la brevedad, sino por lo apasionante del tema, su ritmo trepidante y la prosa tan bien hilvanada. Una delicia breve pero intensa.

Niños en el tiempo tiene una estructura "muy audaz", dividida en tres relatos. El central es la niñez de Jesús contada desde una perspectiva novedosa, en primera persona, como si el narrador hubiese sido testigo de unos acontecimientos, en este caso dados a la ficción.
"Estamos invadidos de literatura terapéutica, casi de literatura de autoayuda y eso yo no lo quería para mi novela. La terapia es un juego de impostura y yo no quiero escribir desde la impostura",. Reconoce que la literatura de duelo siempre le ha atraído. Escritores como Philip Roth, Peter Handke o Amos Oz la han tratado de manera muy solvente y en esos escritores se ha fijado para desarrollar la suya, "Llevamos muchos demonios a nuestra espalda", apunta y la novela le ha servido para sacar esos demonios y aunque a él no se le ha muerto ningún hijo, sí le gusta reflexionar sobre las relaciones paterno filiales, de hecho en muchas de sus novelas se encuentran esas relaciones.

Pero me ha traído a la memoria otra de Ian McEwan, con el mismo titulo y rozando el interesante tema:

"Niños en el tiempo", de Ian McEwan. Anagrama. 1999

Stephen Lewis, un joven y renombrado autor de libros infantiles, vive en Londres con su mujer Julie y su hija Kate, de tres años, y participa con un escepticismo a la vez resignado y divertido en las reuniones de una comisión gubernamental sobre la educación de los niños. Los Lewis parecen componer la típica familia feliz, pero un día Stephen va al supermercado con la niña, la cual desaparece de improviso: éste es el dramático punto de partida de esta extraordinaria novela. Stephen, un nombre de resonancias joycianas, se convierte en el protagonista de una pequeña Odisea contemporánea, basada ésta en una ausencia y una tentativa de retorno. El vacío doloroso que deja la desaparición de Kate no abre solamente la crisis entre Stephen y Julie, que reaccionan de modo distinto a este trauma, sino que pone también en marcha una reflexión que, partiendo del significado de ser padres y de ser hijos, obliga al adulto a repensar sus certezas nunca verificadas, sus hábitos mentales, sus comportamientos. En estas páginas, ambientadas en un futuro próximo, con la guerra nuclear al fondo, se lleva también a cabo una acerada sátira política de la sociedad inglesa, encorsetada por un thatcherismo asfixiante. La mirada de McEwan, experta en atrapar cualquier mínimo detalle significativo y el peso que tienen los objetos de la vida cotidiana, inspira una escritura nerviosa y exacta, que cumple las ambiciones de la novela y alcanza, como en las páginas finales, la intensidad de la poesía, logrando una de las más indiscutibles obras maestras de la narrativa británica de las últimas décadas.

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