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sábado, 15 de febrero de 2014

La primera obra de H. Böll, un viaje para comprenderse y comprender.


El viaje es un tema recurrente en la literatura universal. Y los hay de muchos tipos. El novelista alemán Heinrich Böll (1917-1985) comenzó su carrera literaria una vez acaba la II Guerra Mundial, en 1949, mientras los alemanes intentan explicarse. Los escritores lo hacen en lo que se ha llamado “la literatura de los escombros”. La primera novela del escritor nacido en Colonia, premio nobel de literatura en 1971, es un viaje sentimental, un viaje espiritual para explicar la barbarie. ¡ Alemania necesitaba esa reflexión ¡ . El titulo de su primera novela “El tren llegó puntual”, (1949), una novela critica con su país, no sólo con los dirigentes y la clase social que había llevado a Alemania al desastre sino también con los dirigentes que quisieron mantener en un estado de dulce amnesia a la sociedad mientras se cimentaba el milagro alemán.

La trama se desarrolla en un tren que atraviesa Centroeuropa en 1944, cargado de soldados alemanes que se acercan al frente polaco, una historia universal de la desolación. De la mano del soldado Andreas, nos hace vivir durante todas sus páginas el horror del conflicto. Casi toda la novela se desarrolla de noche, una noche tan fría y tan real como todas y cada una de las noches de la guerra. Desde el principio, Andreas cree que va a morir, sabe que va a morir al final de ese trayecto que lo a algún lugar incógnito de Galitzia, “¡No quiero morir!”, piensa Andreas. La guerra ya se está perdiendo en todos los frentes, ni siquiera sabe contra quién va a luchar, pero el tren sigue circulando hacia su fatal destino, hacia el largo adiós que conduce a la muerte, y todo su pasado, porque ya apenas le queda presente, mientras las palabras se van hundiendo cada vez más en su interior.

Andreas vive el dolor de la muerte cercana y segura, la muerte de los condenados a muerte, a los que nada importa qué ocurrirá después de su último suspiro, si seguirá habiendo guerra o quién ganará. Lo único que importa es el plazo que le queda de vida, el sistema atroz que lo mantiene en ese tren matadero por un exceso de obediencia, como si nunca hubiera existido la paz ni la libertad. ¿Cuántas horas le quedarán de vida al soldado Andreas? ¿ Y al resto de sus compañeros, a todos los soldados alemanes que están luchando por una causa que ya desconocen, a todos los soldados de todas las guerras que un día se montan en un tren y van destinados a un lugar del cual no saben si volverán? Ni siquiera les queda el recurso de las lágrimas, ni siquiera llorar les sirve para nada.

Algunas cosas, de repente, revisten una importancia inusitada. Por ejemplo, comer caliente, el sabor del pan con mantequilla, dormir en una cama, pero sólo les faltan unas horas para morir, ¿cómo se le ocurre pensar en cosas tan banales cuando lo único que podrían hacer es rezar? Pero rezar, ¿sirve para algo? ¿Existe algo que sea un consuelo para ellos, cuando lo único que tienen para defenderse es un fusil y sus propios cuerpos?

Entonces es cuando descubren que la vida es hermosa, o mejor dicho, que era hermosa, que son unos desagradecidos por haber negado la alegría y que la vida es bella. Se han dado cuenta demasiado tarde, todo es confuso, se inculpan por haberse sentido desgraciados. Esta es la única verdad mientras el tren circula hacia su destino: que sólo existe el dolor cuando se ha descubierto la verdad en medio del horror. El tren llega puntual a su cita. Este doloroso viaje de Andreas va desvelándose como una reflexión sobre la vida y la muerte, sobre el amor, así como sobre el verdadero papel de la religión y la sociedad en general en una situación extrema, como es la guerra.

En su primera obra el escritor alemán demostró una sorprendente capacidad para observar y comprender en toda su complejidad esa sociedad germana que tan bien retrató en cada una de sus obras.

Böll nació en Colonia en 1917  y murió en Langenbroich en 1985. Hijo de un escultor, terminada la escuela inició su aprendizaje como librero. En 1938-1939 tuvo que prestar el servicio de trabajo. Concluido éste, comenzó a asistir a la universidad, pero en el verano de 1939 entró en el ejército hasta el final de la guerra y estuvo prisionero en un campo estadounidense en el este de Francia. En 1945 volvió a Colonia, reconstruye su casa, destrozada por los bombardeos, experimenta el dolor de la muerte de su primer hijo y se refugia en la escritura.  Estudió lengua y literatura alemanas, al tiempo que trabajaba en una ebanistería, y en 1947 empezó a publicar en prensa y a escribir dramas radiofónicos. Desde 1951 se dedicó a escribir y traducir y pasó largas temporadas en Irlanda.

La escritura de Böll está marcada por su experiencia como soldado y, después, por la reconstrucción de Alemania enmarcada en el enfrentamiento Este-Oeste y el predominio conservador. Católico profundo y militante, criticó con dureza a las instituciones, muy especialmente a las eclesiásticas, en una firme defensa de las minorías y de los valores humanos.

A una primera etapa creativa, en la que hizo una "literatura de guerra, ruinas y retorno a la patria", según declaraciones propias, se adscriben una serie de relatos y novelas breves que evocan la atroz experiencia del conflicto bélico y las penurias de la posguerra inmediata.

Su gran novela, "Confesiones de un payaso" está considerada un clásico del siglo XX.

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