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sábado, 12 de octubre de 2013

Tarragona podría ser una oportunidad para "la paz, la piedad y el perdón". ¡ No para lo contrario!



Hay que cuidar en la celebración de Tarragona de este domingo que no vuelvan los tambores de guerra y la ideologización, una vez más, oscurezca la verdad, ofuscados por la gotas de sangre jacobina. Cuidar para que no vuelva la historia como arma arrojadiza y volver a tirarnos los muertos a la cara. Soy partidario de la memoria agradecida, no de una ley de punto y final que oscurezca la memoria y la entierre. Aviso de navegantes. Una memoria que ponga a cada uno en su sitio, pero ¡fueron tantos¡, uno se estremece recordando las checas en sórdidos edificios madrileños, como se estremece viendo clérigos bendiciendo pelotones de fusilamiento. Uno se estremece oyendo en una atardecida madrileña cantos aguerridos de Cara al Sol en jóvenes vigorosos, como se estremece al ver en manifestaciones contra la crisis cartelas incitando al odio e incitando a la violencia. O escuchar en cadenas de televisión, propiedad de la Iglesia, usando lenguajes violentos que incitan al enfrentamiento

En Tarragona serán beatificados muchos de quienes murieron en los duros años treinta del siglo pasado por “odio a la fe”. Aquella “locura nacional”, en palabras de Maritain, dejó un surco de sangre y lágrimas en el suelo español. Murieron por su fe muchas buenas gentes por el simple hecho de llevar al cuello un crucifijo o por haber pertenecido a un sindicato de izquierdas. Las sacas de presos, los fusilamientos masivos en represalia, los duros aniquilamientos de un lado y de otro, sembraron este país de muerte y dolor. En Los grandes cementerios bajo la luna, el escritor Bernanos, sacó la pluma para denunciar la barbarie en nombre de Dios. Otros, desde la orilla creyente tuvieron que gritar un ¡ basta ya! Que resonó en muchas cancillerías europeas, tan católicas ellas. Se ha escrito mucho, se ha desvariado no poco y se ha cargado de pólvora la mente de muchos jóvenes en este país nuestro de daga y cuchillo en la boca.

Se ha buscado una beatificación masiva. Todas las instituciones tiene el derecho propio a venerar, homenajear a su manera, y ensalzar las virtudes de sus gentes. La Iglesia también. Mucho deberá afinar la Iglesia para que el acto sirva para limar asperezas, pasado ya el tiempo, recuperada la memoria de todos por vías legales distintas. Mucho deberá afinar la Iglesia para que en este acto no asome la sangre ya seca, sino el testimonio veraz. Mucho deberá afinar la Iglesia para que nadie, ni de un lado ni de otro, la use. Como mucho deberá seguir cuidando otra parte de la sociedad para no seguir respetando aquella otra sangre. Todos tuvieron sus mártires y cada uno tiene derecho a pasearlos, pero con vergüenza torera. Miedo me da a una parte enseñoreándose sobre la otra. Miedo me da la utilización de la historia, la nueva estaca sobre la cabeza que embiste antes de pensar, hueca calavera; miedo me da de quienes ocultan la verdad histórica de un lado o de otro y niegan el ensañamiento ideológico de aquellos años. Miedo me da que vuelva la guerra verbal a nuestros foros y que la verdad tirite.

Cuando yo era niño conocí a muchas víctimas de la guerra, víctimas del bando triunfante. Cuando fui mayor pude conocer el llanto y dolor de víctimas silenciadas en el bando perdedor, gigantes en sus vidas interiores. Es verdad que había una legitimidad que fue amordazada; es verdad que hubo mucho desdén y arbitrariedad legal; es verdad que el nombre de Dios se mataba con la misma fuerza que en nombre de la revolución. Es verdad todo, pero también es verdad que la sangre derramada clama memoria más que venganza.

Hay que cuidar que la ceremonia de Tarragona no se convierta en ariete político. Hay que mirar más al “por qué murieron” que a “quiénes y por qué los mataron”. Es lo que la película Un Dios prohibido, sobre los mártires claretianos de Barbastro hace. Ir más allá de la acusación fácil, de la demagogia, del simple linchamiento ideológico al que nos veremos avocados en estos meses que anteceden a la masiva beatificación. Mucho me temo que se desaten las tormentas.

No está el tiempo para estas alharacas. Me quedo con esta frase de uno de quienes murieron en julio del 36, el sacerdote linarense Pedro Poveda, decía: “Ahora es tiempo de redoblar la oración, de sufrir mejor, de derrochar caridad, de hablar menos, de vivir muy unidos a nuestro Señor, de ser muy prudentes, de con solar al prójimo, de alentar a los pusilánimes, de prodigar misericordia, de vivir pendientes de la Providencia, de tener y dar paz”.

Y con eso me basta. También en el otro bando hubo quienes murieron víctimas de la sinrazón y con una palabra de paz y perdón en sus labios. Negarlo es grave y solo sirve al atroz enfrentamiento para el que esta sociedad no está preparada.

Puede ser un momento más para pedir perdón. Juan Pablo II, con motivo del Jubileo del año 2000, lo hizo, abrazado a los pies de un inmenso crucifijo. No vale decir que tampoco han pedido perdón quienes usaron la violencia ciega y el odio a la fe; el perdón es esencial y nuclear en esa fe por la que tantos murieron perdonando. En la Asamblea Conjunta de obispos y sacerdotes, a comienzos de los años 70, hubo, en el texto final, una propuesta que no cuajó: “Si decimos que no hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso y su palabra ya no está con nosotros. Así, pues, reconocemos humildemente y pedimos perdón porque no supimos a su tiempo ser verdaderos ministros de reconciliación en el pueblo dividido por una guerra entre hermanos”. La propuesta contó con el apoyo de más del 60% de la Asamblea, pero no valió porque se exigían los dos tercios de los sufragios. Bien es verdad que esta actitud de gracia y perdón está ya muy generalizada y la Iglesia, de una u otra manera, ya ha venido siendo instrumento de paz y reconciliación. El acto de este domingo se ha cuidado con esmero para que sea un gesto más, una palabra más, un servicio más a la paz. –



domingo, 8 de septiembre de 2013

Algo se rompió de pronto. Oí el crujido en el pecho.


Un texto dedicado a la luz, siempre a la luz que tiene nombre y apellido

No fue el frío lo que la despertó, cuando las horas se arrastraban hasta el alba, sino la falta de calor de su cuerpo que ya no sentía sobre su costado. Lo vio en la penumbra, alejado, distante, junto a la ventana, sentado en el borde del sillón, con sus grandes manos tapándose la cara. Se acercó a él con un silencio más fuerte que cualquier grito. No quiso mancillarlo. Lo tomó por las axilas y lo devolvió a la cama. Ella adivinó, al sentir entre sus manos el rostro húmedo, que había llorado. Y fue entonces cuando le preguntó al oído qué es lo que había pasado. El buscó las palabras, sin saber cómo expresar lo que bullía en el pensamiento. No sabía cómo contar que algo se había roto adentro. Lo pudo oír. Lo había despertado. Había sido como un crujido de costuras en su pecho. Se acostó, sintiendo la mano de ella acariciando su cuerpo. Se dio la vuelta y se cubrió con el embozo de la sábana. De pronto, en el silencio y en la oscuridad de la noche, dijo: “No puedo inventar lo que hay que contestar para no herirte, para no horrorizarte. Lo único que es vedad es que soy completamente otro. Ese crujido me ha hecho verlo” Y la oscuridad se hizo espesa. Cerró los ojos. Ella contempló la tranquila respiración del sueño, ese ruido de un rio vivo, la resaca de la vida de un cuerpo sometido a leyes oscuras. Soñaba, no sufría. Estaba allí, varado, sin defensa alguna. Y ella, contemplándolo al alcance de su mano, de su boca, perdido para siempre en su sueño.

Y en el sueño sintió que su cuerpo se zambullía en un rio poderoso y tranquilo. Y braceaba buscando la superficie , descubriendo un alivio infinito, una luz cegadora y esplendorosa que aquietaba las palabras, el pensamiento, el deseo, los sentimientos, las viejas parcelas de su vida. Y lo llevaba al mar infinito. “¡ Estoy vivo” ¡ gritaba. “ ¡Qué bien estar vivo en este cuerpo, aunque se aloje en una vieja carcasa! “ Y sentía su sangre caliente, su médula regeneradora, su carne saludable, su sonrisa abierta y sus manos llenas, reivindicando el viejo parentesco de la fuerza.  

Ella se dio la vuelta. El siguió en su sueño. Ella supo que todo estaba perdido cuando siguió viendo cómo las lágrimas rompían diques y lanzaban las aguas al amar abierto.


domingo, 1 de septiembre de 2013

Estos tres libros os recomiendo para septiembre....


Tres libros para Septiembre. Mis recomendaciones para este mes.

1.    “Canadá”, de Richard Ford

Dell Parsons tiene quince años cuando sucede algo que marcará para siempre su vida: sus padres roban un banco y son detenidos. Su mundo y el de su hermana gemela Berner se desmorona en ese momento. Con los padres en la cárcel, Berner decide huir de la casa familiar en Montana. A Dell, un amigo de la familia le ayudará a cruzar la frontera canadiense con la esperanza de que allí pueda reiniciar su vida en mejores condiciones. En Canadá se hará cargo de él Arthur Remlinger, un americano enigmático cuya frialdad oculta un carácter sombrío y violento. Y en ese nuevo entorno, Dell reconducirá su vida y se enfrentará al mundo de los adultos. Una bellísima y profunda novela sobre la pérdida de la inocencia, sobre los lazos familiares y sobre el camino que uno recorre para alcanzar la madurez.

2.    “Los niños terribles” DE J. Cocteau

Resume en su fértil actividad creadora todos los aciertos y contradicciones de la primera mitad de nuestro siglo. Su obra nos transmite la vitalidad de una existencia hecha para la imagen y la alquimia a partir de la fantasía y el ensueño.«Los Niños terribles» plantea el imposible acuerdo entre realidad e imaginación, placer y deber, orden y aventura, Eros y Thanatos. Su doble estructura lineal y circular a la vez recrea las claves de la antigua tragedia en la levedad de unos niños que se niegan a ser adultos.

3.    “El ángel que nos mira” de Thomas Wolf

El propio Wolfe afirma, al principio de la obra: "Cada uno de nosotros es el total de sumas que no ha contado: reducidnos de nuevo a la desnudez y a la noche, y veréis cómo empezó en Creta, hace cuatro mil años, el amor que ayer terminó en Texas. La semilla de nuestra destrucción florece en el desierto, la flor que ha de curarnos crece junto a una roca, y una harpía de Georgia hostiga nuestras vidas, porque un ladrón de Londres se libró de la horca. Cada momento es fruto de cuarenta mil años. Los días se desgranan en minutos y zumban como moscas que vuelan de nuevo hacia la muerte; cada momento es una ventana sobre el tiempo".

miércoles, 14 de agosto de 2013

El cansancio del alma


Suele mucha gente preguntarse con frecuencia qué hacer cuando lo que se cansa es el alma. Es lo que se llama agotamiento vital en la relación con las personas. Hay personas a cuyas puertas llamas con insistencia y nunca escuchan el llamador. El cansancio está asociado en la mayoría de las ocasiones al esfuerzo físico, pero el más peligroso es aquel que se instala después de muchos esfuerzos en la lealtad y la fidelidad que no se ven correspondidos. Decía Juan de la Cruz que “el alma que anda en amor ni cansa, no se cansa, ni descansa”. Y hay tantas clases de amores así. El cansancio del alma es el peor de los cansancios que uno puede sufrir. Mientras el cuerpo está cansado, estamos dispuestos a reparar el desfallecimiento con un descanso reparador y sabemos que el equilibrio corporal se restablece, tarde o temprano. Sin embargo, cuando lo que se ha cansado es la ilusión, los sueños, las ganas de amar, no hay nada que pueda sacarnos de la profunda hendidura donde se pierde el interés. A veces con poco basta. Es difícil reaccionar cuando uno está abajo, porque la fuerza que nos acompaña cuando el alma sonríe no aparece cuando necesitamos un abrazo. Pero de cualquier forma aunque lo que nos rodee nos sea propicio y todos nos quieran ayudar, la mejor ayuda está en la propia sabia. En libar el néctar del espíritu puro que nos constituye; en ponernos en relación con el centro mismo del corazón para pedirle ayuda. Existen otras fuerzas que nos acompañan, invisibles tal vez, pero no intangibles. Podemos verlas con los ojos de la intuición que advierte en otro plano sensorial e identificar las señales que nos indican el camino.

jueves, 8 de agosto de 2013

Fuerte del Rey tuvo 3 cementerios


El cementerio de Fuerte del Rey ha tenido tres emplazamientos a lo largo de su historia. El primero de ellos fue junto al templo parroquial y dentro del mismo edificio sagrado. Era costumbre que los difuntos se enterraran en “espacio sagrado” , es decir en el lugar de la Iglesia o cerca, pero en lo que se consideraba tierra sagrada. Así, según los estamentos sociales y según el dinero que se pagaba, el difunto era depositado en lápidas más o menos onerosas cerca o lejos del presbiterio. Parte del suelo de nuestra Iglesia está lleno de tumbas, como se pudo ver en la remodelación de los años setenta, fundamentalmente en la parte del coro. También había un osario que es el lugar de la fosa común. Fue a mediados del siglo XIX en los años cincuenta, entorno a 1854,, cuando se mandó construir el Cementerio municipal que ya no dependía de la Iglesia sino del ayuntamiento. Este se construyó en la actual Plaza de las Protegidas, nombre que recibió la plaza por estar rodeada de casas de construcción oficial en los años del franquismo, las que llevaron a cabo en el Plan Jaén y antes por parte de los Sindicatos Verticales ( En Jane una plaza lleva también ese nombre) . Por razones higiénicas muchos restos fueron allí trasladados y allí se construyó un sencillo cementerio, lo que es actualmente la plaza. Mas adelante, en los años treinta del silo XX se levantó el actual, convirtiéndose el espacio de las Protegidas en una plaza para evitar, por respeto construir sobre un lugar en donde habían sido enterrados los familiares. La calle 1930 actual, la que hay en donde estuvo La Peña, se abrió para dar acceso al nuevo cementerio. Y que se levantó en terrenos municipales….