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domingo, 26 de mayo de 2013

Odio las mentiras negras. Me sonrío y solazo ante las mentiras blancas.


Hoy quiero hablar de la mentira, esa mala hierba que anida entre dos almas. No me refiero a la mentira piadosa, que es esa “mentira blanca” de la que hablan los ingleses y que hace no sufrir, que hace sonreír. Esas mentiras que , al fin y al cabo, sirven para seguir viviendo de sueños. No. No es a ellas a la que me refiero. Bien sé de ellas. Y puedo decir que no me afectan; todo lo contrario hasta me divierte. La vida es un juego de mentiras blancas.

Me refiero a las otras, a las mentiras lacerantes revestidas de verdades eternas. A esas que anidan en quienes, por oficio, han de decir la verdad siempre y una verdad que ennoblezca. La de aquellos que se desgañitan hablando de la Verdad y en contra del relativismo y son pura mentira en sus vidas, en sus gestos, en su continuo vivir machacando, mintiendo, odiando, pisoteando, vejando y siempre sonriendo. Hay gentes que han hecho de la mentira oficio que al final siempre les da beneficio. Son capaces de ir mintiendo como quien camina. Lo que te dicen en la noche no son capaces de sostenerlo durante el día. Son las mentiras desnudas que tanto daño hacen. Instalados en la mentira trepan sin parar por escaleras impresionantes. Era Goebbles, el alter ego de Hitler, quien decía que “Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad”. Pero lo que me preocupa “no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti” decía Nietzsche. Y mas si esa mentira viene acompañada de silencios. Me gustan los silencios cuando son fruto de la verdad, pero ya se detectar los silencios que nacen de la mentira. Prefiero esos silencios soñadores que pueblan el alma y que prefieren no decir todo a decir la mentira. Benditas mentiras blancas. Malditas mentiras negras.

He visto mentir a políticos tan descaradamente que ya huelen a mentira. Es el perfume con el que cada mañana se rocían la cara. He visto mentir a eclesiásticos a los que no les importa mentir con tal de no hacer ver que son amigos tuyos, te están apuñalando con la mentira y ya hace mucho que los descubrí bajo la beatifica sonrisa de su mirada. He visto mentir con ojos llenos de lagrimas y con bocas plagiadoras. He visto mentir sin rubor. Mienten amigos y enemigos. Solo no mienten los sencillos, porque su cara los delata.
La mentira se ha instalado en el corazón de la gente mucho más frecuentemente de lo que nos creemos.

La verdad tirita, a veces sola y aterida ante el vendaval de la mentira atroz. La verdad es limpia, tiene brillo en los ojos y es sencilla.

Cuando se cumplen años nos hacemos amigos de las mentiras blancas, piadosas, silenciosas y hasta te hacen sonreír. Prefiero estas mentiras blancas.

Las otras son dagas en el alma…..y cada dia las pillo al vuelo. Hay que cuidarse de ellas. Matan. Las otras, las blancas, acompañan.

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