Hoy quiero hablar de la mentira,
esa mala hierba que anida entre dos almas. No me refiero a la mentira piadosa,
que es esa “mentira blanca” de la que hablan los ingleses y que hace no sufrir,
que hace sonreír. Esas mentiras que , al fin y al cabo, sirven para seguir
viviendo de sueños. No. No es a ellas a la que me refiero. Bien sé de ellas. Y
puedo decir que no me afectan; todo lo contrario hasta me divierte. La vida es
un juego de mentiras blancas.
Me refiero a las otras, a las
mentiras lacerantes revestidas de verdades eternas. A esas que anidan en
quienes, por oficio, han de decir la verdad siempre y una verdad que ennoblezca.
La de aquellos que se desgañitan hablando de la Verdad y en contra del
relativismo y son pura mentira en sus vidas, en sus gestos, en su continuo
vivir machacando, mintiendo, odiando, pisoteando, vejando y siempre sonriendo.
Hay gentes que han hecho de la mentira oficio que al final siempre les da
beneficio. Son capaces de ir mintiendo como quien camina. Lo que te dicen en la
noche no son capaces de sostenerlo durante el día. Son las mentiras desnudas
que tanto daño hacen. Instalados en la mentira trepan sin parar por escaleras
impresionantes. Era Goebbles, el alter ego de Hitler, quien decía que “Una
mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad”. Pero lo
que me preocupa “no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya
no podré creer en ti” decía Nietzsche. Y mas si esa mentira viene acompañada de
silencios. Me gustan los silencios cuando son fruto de la verdad, pero ya se
detectar los silencios que nacen de la mentira. Prefiero esos silencios
soñadores que pueblan el alma y que prefieren no decir todo a decir la mentira.
Benditas mentiras blancas. Malditas mentiras negras.
He visto mentir a políticos tan
descaradamente que ya huelen a mentira. Es el perfume con el que cada mañana se
rocían la cara. He visto mentir a eclesiásticos a los que no les importa mentir
con tal de no hacer ver que son amigos tuyos, te están apuñalando con la
mentira y ya hace mucho que los descubrí bajo la beatifica sonrisa de su
mirada. He visto mentir con ojos llenos de lagrimas y con bocas plagiadoras. He
visto mentir sin rubor. Mienten amigos y enemigos. Solo no mienten los
sencillos, porque su cara los delata.
La mentira se ha instalado en el
corazón de la gente mucho más frecuentemente de lo que nos creemos.
La verdad tirita, a veces sola y
aterida ante el vendaval de la mentira atroz. La verdad es limpia, tiene brillo
en los ojos y es sencilla.
Cuando se cumplen años nos
hacemos amigos de las mentiras blancas, piadosas, silenciosas y hasta te hacen
sonreír. Prefiero estas mentiras blancas.
Las otras son dagas en el
alma…..y cada dia las pillo al vuelo. Hay que cuidarse de ellas. Matan. Las
otras, las blancas, acompañan.
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