No hay forma de quitarme de la cabeza la tragedia de Newtown.
Vueltas y más vueltas. Y conforme leo más detalles, crece el estupor. Y todo sucede en un país, cabeza
de la modernidad y del avance. Impacta cualquier muerte en estas
circunstancias, no cabe duda, pero si los niños hubieran sido masacrados en una
tribu africana, seguro que hubiera sido menos el impacto. Lo alarmante es que
se produzca en el primer mundo, y por parte de alguien con 20 años. Dicen que
era persona inteligente y poco sociable. Mató a su madre y se lanzó a matar a
los niños en la escuela. La muerte como deporte, un partido de beisbol. Sangre fría
de Capote. En una isla noruega se sembró el pánico hace un tiempo tras el
asesinato en masa de un pistolero visionario. Hoy a poco más de 100 kilómetros de Nueva
York. Se buscan culpables cuando no hay
a quien meter en la cárcel por haberse suicidado. Culpable es el sistema, no
cabe duda y en ello todos ponemos las manos. Urge algo más que simples leyes
que controlen el uso de armas en un país que ha aumentado sus ingresos con la
carrera de armas. Urge un sistema educativo más eficaz. Da pavor enfrentarse a
alguien que con tan solo 20 años es capaz de hacer esto. Debería dar pavor
observar a muchos de nuestros jóvenes de esas edades. La geografía de los
veinte años en este inicio de milenio es preocupante. Las reformas educativas
son necesarias desde el consenso, desde el dialogo entre familias y colectivos
dedicados a los jóvenes. Urge alma en esta sociedad avocada a la muerte.
Aquí estoy, amarrado al vicio de escribir. Es el pensamiento el territorio más libre que se nos ha dado....." A la cárcel iré, a dormir será si quiero" dijo Sancho al Quijote. Nada más sagrado que la libertad. Lo decía Pessoa: "No el placer, no el poder, no la gloria. la libertad, solo la libertad". Y aquí encontré un muro más en donde seguir dibujando mis pensamientos, amarrado al vicio, que ya es velero, de libertad. Gracias por la visita.
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domingo, 16 de diciembre de 2012
jueves, 13 de diciembre de 2012
Elogio del SOMBRERO
Son mucho los que me preguntan por qué llevo sombrero, como
si tuviera que llevar papeles justificando su uso. Cuidado con la manía de tener
que dar explicaciones. El sombrero, además de guardarme del sol en verano, me
quita el frio en invierno. Pero es más. El sombreo es elegancia, pero también
es pasión. Bogart marca un ritmo con el sombrero en Casablanca. O Sinatra
interpretando “My Way”; A Pessoa, mientras llega a la Brasileira lisboeta, le
acompaña su sombrero; Machado olvidó su sombrero un día en su paseo vespertino
de Úbeda a Baeza, y volvió a recogerlo. Me imagino a Umberto Eco en sus paseos
por Triestre, tocado por su sombrero. Lo eliminó Hitler y en la II República
española llevar sombrero era signo de ser de la CEDA. ¡ Cuando la ideología se
mete en algo tan bello como el sombrero, la cagan ¡ Vila Matas llevó su pasión por el sombrero a su
Pasavento. Han escrito sobre el sombrero Pedro Antonio de Alarcón en “El
sombrero de tres picos” y qué me dicen del juego del primer capítulo de Madame
Bovary cuando llega Charles a la escuela con el sombrero o gorro. Chapliy y
Gardel estaban identificados con el sombrero. Si quieres, puedes llevar un
borsalino, un panamá, una teja o un gorro frigio. Lo que quieras. El sombrero
ha empezado a estar de moda. Calarse el sombrero es un arte, saber quitárselo a
tiempo otro. Ofrecer la entrada señalando con el sombrero o simplemente tocarte
el ala discretamente, ya es elegante. Un arte este del sombrero, un lenguaje
como el de las damas y los abanicos o el lenguaje de las flores. Sombreros de pintor
o de intelectual. Lo decía Hopper. Si algo sale bien es como para quitarse el
sombrero y en los bares reivindico un lugar para dejar el sombrero. Me gusta la
Cervecería Alemana de la madrileña Plaza de Santa Ana porque hay donde dejar el
sombrero, con elegancia y sin que se arrugue.
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